Sueños y realidades
La artista argentina Sol Halabi expone su trabajo en Panamá y nos habla sobre su obra, su vida y sus motivaciones. Esther M. Arjona.
La realidad la percibimos como algo nítido y muy bien definido, mientras que los sueños se presentan en imágenes difusas y faltas de definición. Bajo estos parámetros podríamos describir la obra de Sol Halabi como una combinación de sueños y realidades. Quién sabe estos dos elementos estén presentes en su obra, pero de otra manera. Los rostros que con trazos tan reales aparecen en fondos más bien abstractos, tienen un enorme parecido con su creadora. Ella más bien relaciona algunos de sus rasgos con los de su hermana, pero no deja de aceptar que mucho hay de ella en esas imágenes. ‘No estoy detrás de querer lograr la fisonomía de alguien en particular, porque no es la idea de la obra. La obra está muy relacionada conmigo, es como una parte unida a mí’, comenta Halabi, mientras conversamos en uno de los espacios de la galería de arte. Esa coherencia que es fácil de encontrar en sus obras fue algo que ella descubrió tiempo después. ‘Es algo que me pertenecía pero que no me daba cuenta que podía trabajar o mostrar’. Esos rostros no son personajes particulares. Son la forma de expresar ese mundo propio de la artista y que al entrar en contacto con el espectador se hacen también parte de él. Halabi considera sus obras como fruto de la acción, no del pensamiento. ‘Ni siquiera pienso mucho, me pongo a trabajar y voy viendo qué va surgiendo’. Por eso, no considera que haya un propósito de querer decir algo en sus cuadros, pero entiende que en ese ‘no querer decir nada’ surgen muchas cosas, pues la pintura tiene un lenguaje propio, muy ajeno al de las palabras. ‘El arte responde a otras leyes, no trabaja con la razón’, dice la artista argentina. Es esta la razón por la que ella considera que cuando se desea imponer la razón, la pintura pierde. ‘Cuando tú te aflojas y dejas que salgan, salen cosas que no sabías que tenías dentro, cosas que ni siquiera elaboraste y se elaboran en la pintura. Pero cuando tengo deseos de ver de qué tratan, a dónde van, qué son, a qué se refieren, porque tampoco puedes decir que pintas porque pintas y punto, creo que tienen que ver con mi situación más íntima que recuerdo desde los 6 años’. Esa situación es sentir el absurdo de estar parado en algún lugar en el que no sabes para qué estás, ni por qué estás. ‘Creo que esas figuras que están en el cuadro también se preguntan dónde estoy, para qué estoy, mirando hacia afuera para ver si alguien se lo puede resolver. Y toda esa materia alrededor es como si fuera la existencia misma y tú estás allí parado en un lugar sin saber por qué te está rodeando lo que te está rodeando’, detalla Halabi. Es un sentimiento que se iguala con el de pintar. ‘Cuando quiero meter la cabeza (pensar), las cosas se cortan, se complican, y cuando te aflojas, las cosas surgen y es como tratar de aflojarte en medio del caos’. No se trata de reflejar momentos específicos de la vida, sin embargo, algunos de esos rostros reflejan una placidez que sólo pueden lograrla una gran paz interna y otros, batallan un poco con la oscuridad que les acompaña. Y no es que ella haya decidido pintar conscientemente su alegría o un momento taciturno. Son cosas de las que sólo el inconsciente es capaz.
Referencias
Más que tener referentes pictóricos, Halabi busca sustento en palabras. ‘Me gusta leer, me encanta lo que dice Jung (Carl Gustav), habla del poder del inconsciente y que el inconsciente no se limita a una persona en particular, no se limita a tu historia personal’. Esta forma de ver las cosas tiene mucho sentido para la pintora, pues ‘si no fuera así nadie sentiría nada por mis pinturas, serían algo que no tienen nada que ver con los demás. Nadie va a querer algo como un mero adorno, es porque le transmite algo y eso que transmite no es lo que yo pienso, transmite las cosas que al espectador le surgen en ese momento’, detalla Halabi. En el momento en que una obra cuelga en una sala de exposición, la visión de su creador ya no es la que aparece. De acuerdo con la artista, aparecen entonces las imágenes de lo que el espectador está viendo. ‘La pintura tiene una función para nosotros en el taller, pero esas funciones cambian cuando sale de allí. Ya en la pared dice muchísimas cosas al que está enfrente, pero no necesariamente son mis cosas las que están enfrente. Tal vez ya no aparece nada mío’. Ese inconsciente personal del artista se apoya sobre un inconsciente colectivo, que según Halabi, ‘es el que nos hace seres humanos’. Así es que esa información, unida a las vivencias e historias de cada cual, generan ese mensaje que cada quien ve. Un mensaje diferente pero con puntos en común: emociones, sentimientos. ‘El que ve un rostro o una mirada recordará algo propio, pero en el fondo nos unimos a través de esa emoción’.
En blanco
Para Halabi, más que pánico ante una hoja en blanco, el comenzar una obra es lanzarse a una pileta. Por el tipo de obra que realiza, no se trata de bocetos altamente estructurados. Por el contario, lo más probable es que la obra termine como algo totalmente diferente a lo que se inició. Si la estructura es muy cerrada, es probable que la obra no prospere, sin embargo, si hay sólo un breve planteamiento, podría terminar como algo muy rico. Seis personajes pueden terminar convertidos en uno, detalles pueden ser cubiertos, cambiados o alterados. ‘Lo importante es interactuar con la tela, cuanto más tela manche con algo más rápido voy a comenzar a trabajar y más fácil va a ser para mí que me surja lo que quiera pintar. A veces no sale el primer día y no te das cuenta en qué va a terminar esa obra, a veces va surgiendo a los días, a las semanas, y hay que tener una paciencia infinita’, afirma Halabi. Porque aunque algunos vean en un lienzo una obra terminada, si a la creadora algo le molesta íntimamente, decidirá que eso no sale del taller. ‘Generalmente lo rompo o algo le pasa. Lo pongo en algún lugar de paso, después se cae, después lo pisé, después se le cae un tarro de pintura, luego lo usé para embalar algo y ya no existe más’. Pero en la mayoría de los casos ese error se convierte en un elemento de una obra diferente. ‘Cuando trabajo con algo que no está bien, lo cubro o le saco algo y me quedan cosas que sí me gustan. En lugar de tirar la obra, saco o retiro o vuelvo a pintar encima y lo que está abajo aflora muchas veces y me gusta porque es como trabajar con la huella de las cosas’. Huellas que hacen su trabajo mucho más singular y que convierten un error en un detalle principal de una obra diferente. ‘Por más que tapes te das cuenta que la tela no está virgen, hay algo debajo’. Definitivamente en una obra hay mucho más que lo que se ve en la superficie. Si no lo consideran así, pregúntenle a Sol Halabi.